Por: Agustín Avalos
Un árbol brotando desde el centro registraron mis ojos de primera mano. No habían pasado ni cinco minutos que ya estaba ahí, bajo una galería junto a Marcelo. Con su remera roja, a la cabeza de la primer escuela de gestión social en el Chaco, relata las raíces de una historia que brota en los tiempos de crisis. Que nace en la toma y la necesidad. La misma que hoy, a pesar de los talleres, huertas y melodías sobre sus pasillos, vuelve a cada rato.
Eduardo Galeano, Julieta Lanteri, Macacha Güemes, la carta de presentación en lo alto de cada salón. Aquellas que se nutren de un constante movimiento, entre sillas agrupadas y vacías que dejan entrever los vestigios de una clase grupal ya concluida. Así son las cosas en la E.P.G.S Héroes Latinoamericanos. “Las ideas de espacios educativos siempre estuvieron presentes”, me dice Marcelo mientras reposa su mate entre proyectos y ejercicios de matemática. Detrás, la escena se musicaliza gracias al sostenido golpeteo de las maderitas sobre el verde vidrio de las botellitas. Tan sostenido como el pulso que ofreció cada vecino a lo largo del tiempo. Construcción y organización que también hoy nace en cada madrugada. Debatiéndose sobre la realidad de cada alumno. Buscando nuevos mundos. O solo uno, mientras la cosa consista en que, esta vez, nadie se quede afuera. Marcelo lo sentencia en una oración: “El modelo viejo de la escuela, que implica que todas las personas tienen que aprender lo mismo en el mismo tiempo, es irreal”.
“No es deserción. Es la escuela expulsando”, proseguía enérgico el
muchacho de la barba larga mientras mi vista descubría las huertas del fondo
que más tarde me tocaría recorrer. Raíces, que florecen al calor de una utopía
constante que hoy cuenta con casi todos los niveles y modalidades educativos, además de un primario y secundario para adultos. Todo esto, bajo la libertad que
ofrece la gestión social para plantear lineamientos de manera conjunta, con el
objetivo de desembocar en objetivos comunes, siempre sujetos a la circunstancia
de cada persona y su recorrido educativo.
Como una conexión vital, la escuela respira junto al barrio donde se ubica: el Segundo David
Peralta, alias, Mate Cocido. Fundado en el año 2002, tras las inevitables tomas
de tierras que reflejaban una ausencia de políticas estatales para el acceso a
la vivienda. Procesos desarrollados durante las post crisis del 2001 y atravesados bajo un fuerte signo de represión. Ya afirmados sobre aquella tierra, comenzó
un largo camino de construcción. Un horizonte que se abrió paso ante la
inquebrantable resistencia de toda una comunidad.
Luego del breve pero efervescente memorial por la historia de la escuela, es inevitable mirar atrás. Durante toda esa tarde divisé cada uno de los rincones de aquel lugar. Sobre los mismos se levanta la lucha de sus fundadores, los de ayer y hoy. Porque la realidad no peca de misteriosa, se deja ver tal cual. La pereza de algunos la contemplan sin chistar. Pero hay otros tantos que van a encararla, mano a mano, para disputarle algún tajo irreverente. Para plantarle un árbol en las narices. Ese que brota, que está. Que crece y crece.
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